miércoles, agosto 23

PASAJERO LOCE



¿Está muy cansada tu mochila?, le pregunté a un escolar que –sentado en la segunda fila de una micro con todos sus asientos ocupados-llevaba en el asiento del lado su morral. Me respondió nervioso y sin palabras; levantó su bolso y me senté. Andar en micro siempre es toda una experiencia. Me incomoda, por ejemplo, subirme a una micro absolutamente vacía, me siento extraño, falto de gente, por lo que acostumbro cambiarme de asiento varias veces para mirar por ventanas distintas, hasta que el vehículo comienza a llenarse de pasajeros. Las micros demasiado llenas son –evidentemente- incómodas, pero llevan consigo una mayor cantidad de historias. Quedar cerca del timbre en una con exceso de pasajeros de pie se traduce en tener que tocarlo unas 18 veces antes de bajarse, a solicitud de cada tipo que quiere descolgarse del metal amarillo y no alcanza el botón. Generalmente, mientras ando en micro escucho música, algo del folclor o un poco de blues. Se hace más corto el viaje. Y si voy cómodo, saco algún libro, lo que efectivamente reduce de modo notorio el tiempo de viaje.
También hay viajes notables, como el que relate en un post anterior con McCartney y travestis incluidos; y otros demasiado desagradables, como viajar con un huevón cabeceando al lado tuyo, un tipo muerto de sueño que cada tanto te apoya la cabeza en el hombro, babea un poco y, si no tiene empacho, ronca.
Me gusta escuchar a los cantores de las micros, excepto a los que creen que hacen música, rapeando unas letras que con cueva riman. También me gusta cambiar una gamba por un helado en verano o un chocolate en invierno; escuchar conversaciones ajenas inventándoles historias a los pasajeros; mirar fijo a algunas personas, buscando incomodarlas, sólo por huevear. La cuestión es matar el tiempo que paso arriba de las micros…y resulta.
Cuando me levanté para bajarme, el escolar con cara de LOCE seguía al lado mío. “Me das permiso”, dije. “Claro”, me respondió. “No estoy hablando contigo, sino con tu mochila”.
ERRECÉ

6 comentarios:

Pablo Dintrans Crivelli dijo...

¿te has dado cuenta que nada de eso existe con el transantiago? hoy mismo veia cómo impedían subirse a unos cantantes, y al rato me dieron ganas de comerme un chocolate...y nada. Es como el metro pero mas brusco. El transantiago deshumanizó más aún la capital. ¿Los costos de la modernidad?

El Supercomediante dijo...

Con la mentalidad del gobierno, lo más probable es que las micros amarillas sean reconvertidas en viviendas sociales...

chilesiguesocialista dijo...

padc: efectivamente, la modernidad nos hará mierda, por eso hay que buscar alguna llave antigua para respirar, sea escuchando vinilos o revelando fotos en un cuarto oscuro. Me resisto a la modernidad y a la digitalización.

supercomediante: al menos tendrían más de doce metros cuadrados.

saludos
se viene CHILEMANDA

Alejandro Tapia dijo...

Buena historia RC. Aunque creo que el final lo inventaste, es mentira. Pero qué importa. Además, ¿Qué es la verdad? Y le respondo a PADC: El Transantiago NO existe. Es como El Caleuche, no pasa nunca. Y sobre la modernidad. Duermo tranquilo; escucho vinilos y tomo diapositivas. Es más sano.
Saludos
NS

Pablo Dintrans Crivelli dijo...

errece, he hecho algunos cambios en mi blog, dime si te gustan.
gracias

Leonardo Meyer dijo...

Hace tiempo atrás me subí a una "micro" entre Chillán y Cohelemu que me hizo recordar lo terrible que puede llegar a ser esta experiencia: Diez o veinte olores diversos, todos insoportables.

Y en el otro extremo la experiencia de subirme a los primeros "RedBus" que salen de Esc Militar, con televisor color para ver el Buenos Días a Todos.

Así es chilito no má...