lunes, febrero 12

TEC


¿Es usted algo de P. A. M. G.?, me preguntan al otro lado de la línea. Claro, soy su pareja, respondo, ¿qué pasa?. “Ella ha tenido un accidente, se cayó de su bicimoto y está aquí en Placer con Sierra Bella, véngase lo más rápido que pueda”, dijo el anónimo antes de cortar. Con esa incertidumbre, sólo atiné a tomar un taxi, con el estómago en la garganta y enfilar hacia el lugar del accidente. Mi mente cayó por una larga cascada llena de obstáculos, mientras el taxista –advertido de la gravedad del asunto- conducía lo más rápido posible a una hora en que las calles del centro hierven de vehículos y microbuses. Llegamos rápido. La primera visión desde el taxi incluía varios carabineros, un piño de curiosos, una ambulancia y una camilla. Sobre ella, mi niña, herida en su rostro e inconsciente. Grité mientras cruzaba la calle: “¡¡¡Esperen, esperen, es mi mujer!!!”, pues los paramédicos ya se la estaban llevando. Alcancé a subirme a la ambulancia, miré los ojos de ella, su rostro muy hinchado y me desesperé. El conductor me pidió que me fuera con él en la cabina, mientras el paramédico la reanimaba y le preguntaba cosas básicas, haciendo algo así como un pre test cerebral.
Todo ocurrió muy rápido, aunque estuvimos cinco horas en la Posta Central. Muchos exámenes y pocos resultados. El diagnóstico, un Traumatismo Encéfalo Craneano Cerrado y Moderado, lo que ha llevado a mi mujer a inventar las más graciosas historias sobre su pasado y presente, llegando a decir que el señor Lápiz de Cachureos fue quien la atacó. Cada día que pasa tiene más momentos de lucidez, aunque también cuadros de violencia y depresión, propios de su accidente y de la amnesia post traumática que está padeciendo.
Es cliché –aunque cierto- decir que lo peor ya ha pasado. Ella está con dos semanas de licencia médica, pues las heridas de su rostro no pueden ser expuestas al sol para evitar las posteriores marcas. Afortunadamente, su conciencia cada día está más cerca de la realidad y las historias de fantasía han ido quedando atrás, dando paso a períodos de profunda lucidez. Ella sólo quiere que le devuelvan su bicimoto y yo sólo deseo que no vuelva a subirse a una. Ella sólo quiere regresar a su casa a cuidar de nuestros gatos, pero su diagnóstico impide que pueda estar sola. Alguien debe cuidarla y evitar, o en lo posible controlar, sus sobresaltos.
Este maldito accidente ha puesto a prueba nuestra capacidad de reacción, los días han sido más largos, pero no deja de ser reconfortante verla avanzar día a día, reubicando su cerebro en la posición original y reordenando sus ideas, nuestros planes y proyectos que –frente a tamaña caída- están más vivos que nunca.
ERRECÉ
PD: ella no sabe qué fue lo que le sucedió y tal vez nunca lo sepa, ha intentado recordarlo, pero dos cuadras antes de la caída se le apaga la tele.