Tantas veces repitieron durante la reciente campaña electoral lo importante y urgente que es la alternancia en el poder. Tantas voces del ultraderechismo saltaron con el discurso, desde militares en retiro hasta civiles, que también debieran pasar a retiro de la vida pública. ¿Qué buscaban con esas declaraciones tan vacías de contenido? ¿Alternar qué? El poder que ostentaron con brutalidad e ignorancia durante 17 años de sangrienta dictadura. Para quienes aplaudieron la tiranía del genocida y jamás pidieron alternar el poder de entonces, no sean carerrajas. Resulta sumamente molesto que aquellos que ayer alzaron las voces en favor de la sangre del pueblo derramada, hoy quieran alternar el poder, y resulta todavía más sorprendente que obtengan el apoyo ¿popular? del 47 por ciento de la población. Todo esto liderado por señores como Pablo Longueira, cuya pasión por el fascismo queda demostrada en su burda estrategia de engañar a la gente, postulando por las comunas que más sufrieron el atropello de la bota militar. Bueno, pero al menos él no salió electo mediante resquicios del puto sistema binominal. El ejemplo más caradura de esta comedia de los Udiotas es el señor Jovino Novoa, quien insiste en alabar el sistema, sin el cual habría quedado sin escaño en las últimas parlamentarias. Baste recordar que el propio presidente Lagos quedó fuera de la Cámara en los noventa habiendo obtenido más votos que su momio contendor.
Pero analicemos simplemente el nombre de este partido que sueña con llamarse popular, cuando precisamente aplaudieron la derrota del populo en 1973 y se regocijaron con las torturas, el hambre y los descabellados inventos de la Junta milica, como los programas de empleo, burlas urbanas de la pobreza que alcanzó a casi la mitad de los chilenos durante los ochenta. ¿Unión Demócrata Independiente? Qué grupo político puede no tener vergüenza alguna como para llamarse demócrata, habiendo nacido al alero de los tiempos en que la voz era una sola y un paso a la izquierda significaba allanamientos, ejecuciones, desapariciones. Cómo es posible que partan llamándose "unión". ¿Con quién están unidos? Con la política del terror y el miedo; con la empresa privada que sigue marcando escandalosas diferencias entre trabajadores y patrones; con el retrógrado conservadurismo de la iglesia y su desfachatez de querer educar en la ignorancia, en pro de las enfermedades venéreas y los curas pedófilos (A propósito, acabo de enterarme de que el sacerdote Benedicto Piccardo Olivos fue asesinado en Puerto Montt a manos de sus putos, a quienes contrataba a menudo para distintos favores sexuales ¿qué orgullo sentirá la masa que acompañó su entierro, en medio de aplausos, cuando el cadáver todavía conservaba el calor de aquella noche de sexo y crimen).
¿Independiente? Independiente de qué. Claro, ellos legislan independientemente de si el pueblo se caga de hambre o se atropellan los derechos laborales. Independientes se dicen, pero su nacimiento dependió de la mano añeja del dictador cuando se dignó abrir las urnas y crear una ley de partidos políticos, luego que quemara la constitucionalidad el día que los tanques del Ejército y los aviones de la Fuerza Aérea destruyeran los legítimos sueños del pueblo, que -dicho sea de paso- sí estaba unido democráticamente.
Pero, a pesar de todo, querían alternancia en el poder... Pero qué creían, que Chile es Estados Unidos, cuyos habitantes votan Republicano o Demócrata, y siguen estando igual de emborrachados de poder y siguen viendo en cualquier extranjero a un sospechoso terrorista. Ahora la derecha manifestó su temor a que la Concertación, gobernando con mayoría parlamentaria, les pase la "aplanadora" en materia legislativa. Algunos personeros de la coalición de Gobierno desestimaron tal posibilidad, sin embargo, si tanta alternancia querían, partamos por el Congreso Nacional. A partir de marzo se alternarán los poderes en el edificio de Valparaíso; se caen los designados y la mayoría estará con Bachelet, mujer que ejemplifica la mejor de todas las alternancias, la de género, que nos significa un salto cualitativo desde la última revolución femenina de mediados del siglo 20, cuando obtuvieron derecho a voto. Ahí tienen alternancia. Y... ¡sí señores!, se viene la aplanadora, pero una aplanadora pacífica, elegida en las urnas con el sistema que tanto elogian, muy distinta a la aplanadora que pasaron durante más de 200 meses sin contemplaciones y sin la tan mentada alternancia.
ERRECÉ