lunes, octubre 22

EL ACTOR SICÓPATA




Los chats y los teléfonos celulares (y me atrevería a decir que la tecnología en general) están jugando en contra de la verdad y lo continuarán haciendo. Somos capaces de manipular toda la realidad a través del teléfono móvil como decir “voy llegando”, cuando recién vamos saliendo, o “estoy en un taco”, cuando respondes en mitad de una maldad.
Otrora, cuando la única forma de comunicarse a distancia eran los teléfonos fijos, quien llamaba al menos tenía la certeza de que estaba marcando a un lugar específico y no a la suerte del dueño del teléfono móvil que hoy tiene la facultad de responder o no tras haber mirado el nombre del marcador en la pantalla del aparato.
En el chat pasa lo mismo, se puede responder o no, te puedes cambiar la identidad, la imagen para mostrar, y así travestirte de las formas más insospechadas.
Suelo poner una imagen aleatoria cada día, casi siempre de mujeres hermosas, en la ventana de mi chat. La semana pasada, un amigo de esos intermitentes, pero buenos, quien no me contactaba por chat prácticamente nunca, me habló: “Hola, ¿quién eres?, sólo sé que eres linda”. Ya que me dejó la pelota dando bote, le seguí el juego, y mi compadre comenzó a embelesarse con esta hermosa chica con rasgos orientales, y empezó a mentir, cuando yo (ella) le decía “Mmm, ya sé de dónde te conozco, de la fiesta esa, me llamo Xin Xiu”. A pesar del nombre orientalmente rebuscado, él insistía en mentir y me decía: “Claro que me acuerdo de ti, al menos tu nombre me suena mucho”. Estaba entusiasmado mi amigo y evidentemente quería verme, pues la imagen era realmente preciosa; a mí también me hubiesen dado ganas de conocerme.
Y así chateamos dos días, luego tres, pero ya al cuarto empecé a hablarle de sexo, lo que sacó de este muchacho los deseos más ardorosos, me dejaba su número de teléfono, que por favor lo llamara para juntarnos, me pedía que le contestara. Y yo, transformado en Xin Xiu, le decía aquellas calenturas que todos queremos escuchar: “Espérame, que me estoy masturbando”, o “¿te gustaría follarme rico?”. A esas alturas, él ya estaba extasiado , y yo disfrutando de esta pesadísima broma. No sé a ciencia cierta qué fue lo que me motivo a detenerme, pensé incluso que se estaba enamorando y que el diálogo virtual podría acarrearle consecuencias sicológicas. Entonces le dije: “Bueno, yo no quiero culiar contigo porque soy tu amigo, el de siempre”. Testigos dicen que se sintió pésimo, y yo sólo atiné a decirle: “La tecnología te fastidia”, mientras él me acusaba de ser un “actor sicópata”. Estaba en eso cuando sonó mi teléfono y la pregunta de siempre: “¿Contesto, o dejo que la tecnología mienta por mí?


ERRECÉ