viernes, junio 22

DE PEDÓFILOS Y FRESCOS DE RAJA





"El Mundo está Lleno de Hijos de Puta"
Fito Páez


Simplemente no quiero ni pensar en el festín que se darán las autoridades chilenas cuando –por fin- consigan traer de vuelta al abusador de menores, Rafael Maureira Trujillo, alias “Zacarach”, quien cayó en el turístico balneario de Florianópolis, Brasil. Estoy seguro de que tras la gran burla del pedófilo más buscado de los últimos años, cuando el pervertido regrese a Chile, no sólo recibirá más que un par de patadas en la raja, sino será mostrado una y otra vez a los medios de comunicación. “Zacarach” será humillado frente a las cámaras. Lo mostrarán de perfil, de frente, esposado, como un trofeo de guerra. De nada servirá tanto show si el criminal vuelve a ser “encerrado” en una casa de acogida, como un abuelito inofensivo. Maureira debe estar preso en un régimen de delincuentes. Los pederastas nunca consiguen sanarse y siempre son peligros sociales (y sexuales).
No quiero despotricar contra “Zacarach”. Tendrá suficiente con su conciencia y con los buenos golpes que recibió de parte de las familias de las víctimas. Lo que sí me preocupa sobremanera es la forma en que actuarán las autoridades, regocijándose de placer al ver cómo el país entero se enorgullece de la “eficiencia de las instituciones”. Me pregunto si harán lo mismo cuando capturen a un tipo tan peligroso como Maureira. Me refiero a Raúl Iturriaga Newmann, hoy por hoy declarado en rebeldía, tras ser condenado por la Corte Suprema de Justicia a 5 años y 1 día por el secuestro y desaparición de Dagoberto San Martín Vergara, militante del Movimiento de Izquierda Revolucionario, MIR.
Dudo profundamente que las autoridades estén haciendo las gestiones para capturar a este delincuente. Ni siquiera puedo presumir que el general en retiro esté en un lugar fijo. Tal vez su mayor condena será su autoencierro obligado y el permanente recuerdo de que pasará a la historia dentro de la galería de criminales de uniforme que gobernaron Chile con el peso de la bota militar, mientras la sangre teñía nuestras calles y barrios. Pasar a la clandestinidad, como lo hizo Iturriaga, escapando de la justicia, demuestra lo “fresco de raja” que pueden llegar a ser los delincuentes cuando visten o vistieron uniforme. Y, por cierto, pasará mucho tiempo antes de que el militar sea detenido y pague sus delitos, pues –por lo visto- la policía ahora está preocupada del retorno de “Zacarach” y de los bonos que puede obtener en imagen pública si logra traerlo de vuelta. Resulta inefable que un caso cubra al anterior y poco a poco pase al olvido la conducta inmoral y desfachatada del truhán Iturriaga, quien –no me extrañaría- tal vez ya estuvo en Florianópolis, en la misma ruta del pedófilo, evadiendo la acción judicial y riéndose de la historia de Chile, que ya lo condenará.




ERRECÉ