viernes, diciembre 7

¿Me va a llevar en cana?

“Me dicen que hay la tremenda fila de hueones, esperando para entrar”. Zavala estaba preocupado, porque el recital de Tonino Carotone y sus teloneros estaba a punto de empezar. Eso en el papel, porque en rigor empezaría bastante más tarde. Bebíamos unas cervezas de buena calidad Clau, su hermana, Zavala y yo. El penúltimo seguía nervioso y apuraba al grupo para que saliéramos luego rumbo al recital que –dicho sea de paso- sería a tres cuadras.
Terminamos las cervezas, excepto Clau, que salió de su casa con el metal pegado a su mano y media chela aún en su interior. Bebía a sorbos pequeños, disfrutando de una noche que incluso nos regaló tibias gotas de chispeo ambiguo.
De pronto, Clau me dice: “Oye, están los pacos allá, ¿qué hago con la chela?”. Sin siquiera haber fumado hierba, mi respuesta fue terrible de relajada, no obstante haber tenido una experiencia casi canera con pacos por consumir sustancias en la vía pública. Clau apretó el envase y lo tapó con su mano izquierda. “Parece bebida”, dijo.
Seguimos caminando, pasamos junto a los pacos, cruzamos la calle. Estábamos llegando, cuando una voz de mediana autoridad nos detuvo: “¡Señorita, deténgase!”. La interpelada fue la última que cachó que el paco la venía siguiendo; su hermana vio toda la escena desde otro ángulo y la narraría más tarde (“supe mucho antes que el paco venía por ti”).
“¿Qué cree usted que va a ocurrir ahora?”, le preguntó el hombre de verde y ella sólo atinó a responder “me va a llevar en cana”. Fueron pocos minutos, pero Clau creyó que pasaban horas mientras le tomaban sus datos, amedrentándola a cada momento. En resumen, la amenazaron con la multa de 1 UTM ($32.000) y la citación al tribunal, pero no concretaron nada de nada. Se llevaron sus datos en un papel blanco ordinario que vale hongo y la dejaron ir.
Compramos las entradas y caminamos hacia la enorme fila. Clau lamentaba que todavía le quedaba media chela en el envase cuando apareció la ley, mientras entre la muchedumbre comenzaban a aparecer las de litro y los pacos emprendían la retirada.

ERRECÉ

lunes, octubre 22

EL ACTOR SICÓPATA




Los chats y los teléfonos celulares (y me atrevería a decir que la tecnología en general) están jugando en contra de la verdad y lo continuarán haciendo. Somos capaces de manipular toda la realidad a través del teléfono móvil como decir “voy llegando”, cuando recién vamos saliendo, o “estoy en un taco”, cuando respondes en mitad de una maldad.
Otrora, cuando la única forma de comunicarse a distancia eran los teléfonos fijos, quien llamaba al menos tenía la certeza de que estaba marcando a un lugar específico y no a la suerte del dueño del teléfono móvil que hoy tiene la facultad de responder o no tras haber mirado el nombre del marcador en la pantalla del aparato.
En el chat pasa lo mismo, se puede responder o no, te puedes cambiar la identidad, la imagen para mostrar, y así travestirte de las formas más insospechadas.
Suelo poner una imagen aleatoria cada día, casi siempre de mujeres hermosas, en la ventana de mi chat. La semana pasada, un amigo de esos intermitentes, pero buenos, quien no me contactaba por chat prácticamente nunca, me habló: “Hola, ¿quién eres?, sólo sé que eres linda”. Ya que me dejó la pelota dando bote, le seguí el juego, y mi compadre comenzó a embelesarse con esta hermosa chica con rasgos orientales, y empezó a mentir, cuando yo (ella) le decía “Mmm, ya sé de dónde te conozco, de la fiesta esa, me llamo Xin Xiu”. A pesar del nombre orientalmente rebuscado, él insistía en mentir y me decía: “Claro que me acuerdo de ti, al menos tu nombre me suena mucho”. Estaba entusiasmado mi amigo y evidentemente quería verme, pues la imagen era realmente preciosa; a mí también me hubiesen dado ganas de conocerme.
Y así chateamos dos días, luego tres, pero ya al cuarto empecé a hablarle de sexo, lo que sacó de este muchacho los deseos más ardorosos, me dejaba su número de teléfono, que por favor lo llamara para juntarnos, me pedía que le contestara. Y yo, transformado en Xin Xiu, le decía aquellas calenturas que todos queremos escuchar: “Espérame, que me estoy masturbando”, o “¿te gustaría follarme rico?”. A esas alturas, él ya estaba extasiado , y yo disfrutando de esta pesadísima broma. No sé a ciencia cierta qué fue lo que me motivo a detenerme, pensé incluso que se estaba enamorando y que el diálogo virtual podría acarrearle consecuencias sicológicas. Entonces le dije: “Bueno, yo no quiero culiar contigo porque soy tu amigo, el de siempre”. Testigos dicen que se sintió pésimo, y yo sólo atiné a decirle: “La tecnología te fastidia”, mientras él me acusaba de ser un “actor sicópata”. Estaba en eso cuando sonó mi teléfono y la pregunta de siempre: “¿Contesto, o dejo que la tecnología mienta por mí?


ERRECÉ

viernes, junio 22

DE PEDÓFILOS Y FRESCOS DE RAJA





"El Mundo está Lleno de Hijos de Puta"
Fito Páez


Simplemente no quiero ni pensar en el festín que se darán las autoridades chilenas cuando –por fin- consigan traer de vuelta al abusador de menores, Rafael Maureira Trujillo, alias “Zacarach”, quien cayó en el turístico balneario de Florianópolis, Brasil. Estoy seguro de que tras la gran burla del pedófilo más buscado de los últimos años, cuando el pervertido regrese a Chile, no sólo recibirá más que un par de patadas en la raja, sino será mostrado una y otra vez a los medios de comunicación. “Zacarach” será humillado frente a las cámaras. Lo mostrarán de perfil, de frente, esposado, como un trofeo de guerra. De nada servirá tanto show si el criminal vuelve a ser “encerrado” en una casa de acogida, como un abuelito inofensivo. Maureira debe estar preso en un régimen de delincuentes. Los pederastas nunca consiguen sanarse y siempre son peligros sociales (y sexuales).
No quiero despotricar contra “Zacarach”. Tendrá suficiente con su conciencia y con los buenos golpes que recibió de parte de las familias de las víctimas. Lo que sí me preocupa sobremanera es la forma en que actuarán las autoridades, regocijándose de placer al ver cómo el país entero se enorgullece de la “eficiencia de las instituciones”. Me pregunto si harán lo mismo cuando capturen a un tipo tan peligroso como Maureira. Me refiero a Raúl Iturriaga Newmann, hoy por hoy declarado en rebeldía, tras ser condenado por la Corte Suprema de Justicia a 5 años y 1 día por el secuestro y desaparición de Dagoberto San Martín Vergara, militante del Movimiento de Izquierda Revolucionario, MIR.
Dudo profundamente que las autoridades estén haciendo las gestiones para capturar a este delincuente. Ni siquiera puedo presumir que el general en retiro esté en un lugar fijo. Tal vez su mayor condena será su autoencierro obligado y el permanente recuerdo de que pasará a la historia dentro de la galería de criminales de uniforme que gobernaron Chile con el peso de la bota militar, mientras la sangre teñía nuestras calles y barrios. Pasar a la clandestinidad, como lo hizo Iturriaga, escapando de la justicia, demuestra lo “fresco de raja” que pueden llegar a ser los delincuentes cuando visten o vistieron uniforme. Y, por cierto, pasará mucho tiempo antes de que el militar sea detenido y pague sus delitos, pues –por lo visto- la policía ahora está preocupada del retorno de “Zacarach” y de los bonos que puede obtener en imagen pública si logra traerlo de vuelta. Resulta inefable que un caso cubra al anterior y poco a poco pase al olvido la conducta inmoral y desfachatada del truhán Iturriaga, quien –no me extrañaría- tal vez ya estuvo en Florianópolis, en la misma ruta del pedófilo, evadiendo la acción judicial y riéndose de la historia de Chile, que ya lo condenará.




ERRECÉ








jueves, marzo 15

El lenguaje de la guerra


“No lo digo para hacerme el héroe. Soy un militar. Sabéis perfectamente cuál es el lenguaje de cualquier guerra. Si Estados Unidos quiere invadir Irak no envía flores o rosas a Saddam, manda bombardeos. [...] Cuando hacemos la guerra contra Estados Unidos, somos chacales luchando por la noche. [...] Creemos que hacemos lo mismo que George Washington. Igual que a él se le considera un héroe, muchos musulmanes consideran a Osama Bin Laden un héroe. [...] Así que cuando decimos que somos combatientes enemigos, lo somos. Pero os pido que seais justos con los detenidos que no lo son; muchos de los que están aquí (Cárcel de Guantánamo) han sido arrestados injustamente. Muchos, no sólo dos o tres. [...] El lenguaje de la guerra es matar. [...] En una guerra siempre hay víctimas. No me alegra que 3.000 personas murieran en Estados Unidos. Incluso me apena.

No me gusta matar niños o chavales. El islam no es así, no da luz verde para matar, prohíbe matar como el cristianismo o el judaísmo. [...] Si ahora estuviéramos en la Guerra de la Independencia de Estados Unidos y George Washington fuera arrestado por los británicos, le consideraríais un héroe, pero los británicos pensarían que es un combatiente enemigo. [...] No me gusta matar gente. Siento mucha pena por los niños del 11-S. ¿Pero qué puedo hacer? Éste es el lenguaje de la guerra”.

Jalid Sheij Mohamed, presunto ideólogo de los atentados del 11-s en Estados Unidos.

lunes, marzo 12

11 de marzo. NADA QUE CELEBRAR


El once de marzo ha servido en Chile para celebrar año tras año un nuevo aniversario de Gobierno, primero los de Aylwin, luego los de Frei y más tarde los de Lagos. El de este año pudo resultar especial, por ser el primero de Michelle Bachelet, primera presidenta de Chile, figura latinoamericana y responsable de encabezar el cuarto gobierno de la Concertación de Partidos por la Democracia, conglomerado de centro Izquierda, nacido para derrotar a Pinochet y consensuar los gobiernos que lo sucedieran. En este grupo gobernante, el Partido Socialista –donde milita Bachelet desde su juventud- y la Democracia Cristiana son las fuerzas que política y valóricamente se enfrentan en este cuarto Gobierno de consensos. Ya van dos DC y dos PS, y hoy, recién cumplido el 25% del tiempo de la Presidenta, los partidos de Gobierno y oposición inician sus precampañas para el 2009, donde el ex presidente Ricardo Lagos no ha dejado de tener un rol protagónico. Y hay algo sintomático. La Presidenta Bachelet asumió su mandato, con las calles llenas de festejos y jolgorio público (me incluyo, ahora sumido en la más profuda decepción). Marcaba -según las encuestas- un 65% de popularidad. Hoy, un año después, las calles están vacías de celebraciones, aunque abundan las protestas callejeras, debido a los graves problemas con que se ha inaugurado el nuevo plan de transporte que prometió cambiarle el rostro a la ciudad capital, el Transantiago, que para muchos es un nuevo atropello a los derechos civiles. La Presidenta ha bajado más de 15 puntos en popularidad y algunas encuestas la sitúan bajo el 50%. Lagos, en cambio, se fue de La Moneda con un 70% de adherencia pública. Algunos intentan endosarle la responsabilidad de los varios problemas al anterior Mandatario, argumentando que –por ejemplo- el Transantiago es de su creación y varios casos de corrupción que se investigan son de ese período. Lo cierto es que todos los Gobiernos heredan; metas cumplidas, otras por cumplir y algunas bastante pendientes, más los desafíos propios de la agenda de Gobierno. Y de antemano se conocen perfectamente las condiciones en que se recibirá el Poder Ejecutivo. Porque resultaría fácil -y en ocasiones ha resultado- inaugurar obras que el anterior Presidente dejó casi terminadas, pero distinto es implementar lo que hasta entonces era un Plan. Se gastaron más de 12 millones de dólares en estudios que viabilizaran el Transantiago y realmente es un misterio qué cosas previeron.
Si se trata de hacer un balance objetivo, podemos entregar datos duros que indican que desde el inicio del Gobierno de Michelle Bachelet la tasa de crecimiento económico ha sido de 4,2%, bastante bien para el nivel regional, pero tímido para lo que Chile se acostumbro en períodos anteriores. La tasa de desempleo promedio ha sido de 7,8%, dato lógicamente emparentado con los más de 100 mil empleos que se crearon hasta la fecha. Lo más negativo es el bajo nivel de popularidad de la Presidenta comparado a un año atrás. Esto se debe fundamentalmente a la crisis del sistema de transporte público recién inaugurado y a los casos de corrupción detectados en el aparato estatal, donde los recursos de todos los chilenos –a veces- se pierden en bolsillos con fines políticos o simplemente desaparecen. No me cabe duda que lo que más indigna a los santiaguinos es lo primero, la cuestión de la locomoción colectiva, pues le atañe directamente en su diario vivir.
Las herencias se toman o se dejan; así como se desechó la idea de unir mediante un puente la isla de Chiloé al continente en el sur de Chile, también pudo haberse hecho con el plan maestro de transporte y proponer algo diferente, como deberá hacerse también para solucionar el trafico de pasajeros en la Isla Grande de Chiloé y su conectividad. La Presidenta decidió seguir adelante con el Transantiago y parece que “se metió en un tete”.

Decía que todos los gobiernos heredan. Es parte del juego de administrar el país y cuando se pierde la democracia ocurre lo que ocurrió en Chile, donde se acabó heredando un macabro modelo económico, donde el pobre simplemente está postergado ante cualquier intento de modernizar socialmente el sistema. Qué decir de plantear cambiarlo de frentón. Así es que si me preguntan qué es lo peor que ha ocurrido un once de marzo, responderé que fue precisamente en 1990, hace exactos 17 años, cuando el derrotado general Augusto Pinochet, le entregó a Patricio Aylwin –junto con la banda presidencial- un modelo económico siniestro, que hasta hoy perdura. Frente a tamaño once de marzo, no hay conmemoración que valga, no hay nada que celebrar, apenas la recuperación de la democracia pactada con los militares.
ERRECÉ

lunes, marzo 5

CARTA ABIERTA A PAUL MORRISON CRISTI


Paul:


Antes que todo, quiero solidarizar contigo por el exagerado castigo que estás recibiendo por portar apenas unos pocos pitos de marihuana (no más de 60, según mis cálculos) algunas dosis de ácido lisérgico y muy pocas rayas de clorhidrato de cocaína. Soy fanático de la cannabis sativa y la cultivo hace ya varios años, para evitar ser presa fácil del microtráfico, al que tantas veces acudí para conseguir el valorado canuto de marimba. Pero lo tuyo es simplemente mala cueva; mala cueva no porque te hayan pillado con droga encima, lo que de por sí acusa más bien una mala estrategia. Tu mala cueva es más bien genética, al tener por madre a tan ilustre facha nacional, la diputada María Angélica Cristi, la misma que quiere cerrar botillerías y cuanto lugar de entretenimiento sobrepase los horarios cenicientos de esta tranquila ciudad. La Cristi, la misma que odia el carrete y todo lo que huela a distorsión. Esa mujer de 63 años, muy bien cuidados, que –en un arranque de creatividad- ideó y buscó apoyo hasta obtener la promulgación de la moderna ley maldita, la ley 20.000. Una legislación que convierte en delincuente al más mínimo consumidor de drogas, lo ficha y lo exprime hasta dejarlo seco. Pues mira lo que son las cosas, Paul, tu propia madre ideó la ley que ahora se convirtió en tu trampa. Fue ella la que quiso transformar a los portadores de macoñita en distribuidores internacionales y hacer de ellos un enjuiciamiento público, como el que estás padeciendo. Tu destino fatal quiso que nacieras en la familia equivocada, con una madre en exceso fascista, anti fiestas, anti alcohol, anti diversión. Y ahora, el país entero asiste a este reality familiar, con aroma a encierro. Tan tozuda es la ley que inventó tu madre que en los cuatro intentos por sacarte de la cárcel, tu defensa no ha conseguido nada, absolutamente nada, sólo estigmatizar todavía más tu figura y convertirte en el ejemplo a no seguir, en la carta que debemos desechar.
Pero yo te apoyo, Morrison, no sólo por el hermoso apellido que llevas, que con demasiada obviedad me relaciona con mi ídolo de juventud, que –dicho sea de paso- tenía varias de tus características. Te apoyo porque sé lo que es nacer en una familia diferente, con pensamientos distintos y hasta excesivamente contrapuestos. Te apoyo, además, porque eres el ejemplo más reciente y claro de lo nefasta que resulta la legislación de tu mami para los cientos de miles de consumidores de la fresca y natural cannabis.
Dicen que no saldrás de la cana en cinco meses, que es lo que durará la investigación. Mientras, la amiga de tu madre, senadora Evelyn Matthei, dice que pedirá al Senado que analice tu caso, es decir, ahora quieren detenerse y analizar la ley que ayer tanto aplaudieron. Por lo demás, ¿no sabrá la linda señora Matthei que el poder legislativo nada puede hacer sobre el judicial?
Bueno, Paul, espero que la justicia te liberé a la brevedad y que tu madre deje de tenderte trampas y luego mentir descaradamente, diciendo que no eres consumidor.
Ojalá pronto puedas reírte de esta mala experiencia… Para ayudarte un poco, te guardaré la cola.
ERRECÉ

lunes, febrero 12

TEC


¿Es usted algo de P. A. M. G.?, me preguntan al otro lado de la línea. Claro, soy su pareja, respondo, ¿qué pasa?. “Ella ha tenido un accidente, se cayó de su bicimoto y está aquí en Placer con Sierra Bella, véngase lo más rápido que pueda”, dijo el anónimo antes de cortar. Con esa incertidumbre, sólo atiné a tomar un taxi, con el estómago en la garganta y enfilar hacia el lugar del accidente. Mi mente cayó por una larga cascada llena de obstáculos, mientras el taxista –advertido de la gravedad del asunto- conducía lo más rápido posible a una hora en que las calles del centro hierven de vehículos y microbuses. Llegamos rápido. La primera visión desde el taxi incluía varios carabineros, un piño de curiosos, una ambulancia y una camilla. Sobre ella, mi niña, herida en su rostro e inconsciente. Grité mientras cruzaba la calle: “¡¡¡Esperen, esperen, es mi mujer!!!”, pues los paramédicos ya se la estaban llevando. Alcancé a subirme a la ambulancia, miré los ojos de ella, su rostro muy hinchado y me desesperé. El conductor me pidió que me fuera con él en la cabina, mientras el paramédico la reanimaba y le preguntaba cosas básicas, haciendo algo así como un pre test cerebral.
Todo ocurrió muy rápido, aunque estuvimos cinco horas en la Posta Central. Muchos exámenes y pocos resultados. El diagnóstico, un Traumatismo Encéfalo Craneano Cerrado y Moderado, lo que ha llevado a mi mujer a inventar las más graciosas historias sobre su pasado y presente, llegando a decir que el señor Lápiz de Cachureos fue quien la atacó. Cada día que pasa tiene más momentos de lucidez, aunque también cuadros de violencia y depresión, propios de su accidente y de la amnesia post traumática que está padeciendo.
Es cliché –aunque cierto- decir que lo peor ya ha pasado. Ella está con dos semanas de licencia médica, pues las heridas de su rostro no pueden ser expuestas al sol para evitar las posteriores marcas. Afortunadamente, su conciencia cada día está más cerca de la realidad y las historias de fantasía han ido quedando atrás, dando paso a períodos de profunda lucidez. Ella sólo quiere que le devuelvan su bicimoto y yo sólo deseo que no vuelva a subirse a una. Ella sólo quiere regresar a su casa a cuidar de nuestros gatos, pero su diagnóstico impide que pueda estar sola. Alguien debe cuidarla y evitar, o en lo posible controlar, sus sobresaltos.
Este maldito accidente ha puesto a prueba nuestra capacidad de reacción, los días han sido más largos, pero no deja de ser reconfortante verla avanzar día a día, reubicando su cerebro en la posición original y reordenando sus ideas, nuestros planes y proyectos que –frente a tamaña caída- están más vivos que nunca.
ERRECÉ
PD: ella no sabe qué fue lo que le sucedió y tal vez nunca lo sepa, ha intentado recordarlo, pero dos cuadras antes de la caída se le apaga la tele.

jueves, enero 25

LOS DOS CAMINOS DEL GUATÓN PEPINO

El “guatón pepino” era un pesado de tomo y lomo. Lo conocí cuando tenía 14 o 15 años. Destapamos varias botellas de los más diversos licores en aquellos tiempos en que la adolescencia fenece y da paso a una juventud, aletargada en sus inicios. Le decíamos “guatón pepino” por una cuestión muy sencilla: su exceso de peso sumado a la última sílaba de su nombre pegada con su apellido daba como resultado el fruto que llevaba por apodo. Nos emborrachamos muchas veces y nos escondíamos en el gigantesco subterráneo del barrio, donde los vecinos arrendaban bodegas, una al lado de la otra. Algunas veces, incluso, pasábamos horas en el oscuro sitio, donde iban llegando más y más amigos con más y más botellas. El “guatón pepino” era seco para echar tallas de las más pesadas, pero en el fondo era simpático. Hablo de él en pasado, pues ya son muchos años sin verlo. Pero lo recuerdo por dos episodios que cruzaron su vida e –indudablemente- la transformaron en algo que él no hubiese querido.

Había vivido muchos años en la zona campesina de San Carlos, Octava Región, donde adquirió algunas mañas propias del campo, se puso putero y bueno para el vino de cuarto enjuage. Le gustó eso de pagar para penetrar muchachas y no tan muchachas que poco hablaban y no negaban nada. Una tarde de verano, el guatón estaba de vacaciones en San Carlos y salió a emborracharse con un lote de huasos amigos. En mitad del camino rural que sale hacia Chillán y ya prendido con algunos litros provenientes de la oscura garrafa, el “pepino” divisó a una rubia muy mal teñida, un poco más sobria que él… y más viva. Se bajó del auto de su amigo y le pidió que pasara por él dentro de una hora. Su amigo accedió y nuestro protagonista se quedó conversando con esa puta de campo. A los pocos minutos, le pasó 10 lucas y le pidió que caminaran hacia el descampado para “culiar a lo huaso”, según contó semanas más tarde.

La mujer en cuestión le pidió que tuviera respeto, al menos por esa noche, y que ella -a cambio- le daría un regalo. Pepino nunca había tenido sexo anal, por lo que la propuesta de la prostituta de evitar la vagina debido a su profusa regla no encontró barreras en nuestro ebrio amigo. Ella se tiró de guatita sobre la hierba, y él lentamente la penetró por el culito hasta acabar. Hasta ahí, sólo placer y algo de lujuria. Se separaron en mitad del camino rural y en poco rato su amigo pasó por él. El “guatón pepino” contó la anécdota, fascinado por haber encestado “por el camino de tierra”, y sus amigos estallaron en carcajadas de antología. ¿Te pusiste condón?, le preguntó Ramiro, el que más reía. “¿Y pa’ qué me voy a poner condón si estamos en el campo?... aquí no pasa nada”, argumentó “pepino”. Ramiro sonrió y le dijo que la cosa no sería preocupante si a la puta no le “sobrara algo”. “La “deguata” –como era conocida la trabajadora sexual- no tiene vagina, por eso te dijo que por ahí no… te ensartaste con una puta con pico, ja, ja, ja”, le dijo Ramiro y no paró de reír. Los otros reían con cierta intermitencia; temían por la salud de pepino, que años más tarde se resentiría gravemente por culpa de un camión aljibes.

El “guatón” no sintió asco, le dio lata sentir placer de forma ciega, sin saber que estaba con un hombre. Se enojó con sus amigos, aunque ellos aseguraron que se enteraron de la historia de la “deguata” minutos después de abandonarlo en el campo, en la cantina del pueblo, lugar donde varios comensales contaron avergonzados que habían caído en la misma trampa.

Pasó el tiempo y “pepino” siguió sano, se examinó y no tenía ninguna enfermedad de transmisión sexual. Era relajado, así que él mismo contaba después la historia cagado de la risa.

Pero el tiempo también nos distanció, la universidad, nuevos amigos y el Gran Santiago. Debieron pasar tres años hasta que escuché que el “guatón pepino” había chocado a gran velocidad contra un camión aljibes, ya no en camino de tierra, sino en el cemento de una avenida capitalina. No quise saber más, sin embargo, fue un choque de gran conmoción, murieron sus dos acompañantes, uno de ellos decapitado. No lo visité, tampoco lo creí muerto. Sabía que estaba muy grave, pero me olvidé con el paso de las semanas, las pruebas, los amigos y el hueveo en general.

Varios meses después, tal vez un año, estaba en el andén esperando el metro, cuando escucho mi nombre. Era el “guatón pepino” que se me acercaba con un excesivamente errático caminar, que evidenciaba los graves daños neurológicos de su accidente. Su habla era lo que más había sufrido, le costaba unir las palabras y gesticulaba con dificultades. Pero me recordaba; recordaba perfectamente las jornadas de tomatera y fiesta de adolescencia y primera juventud. En los restos de masa encefálica que quedaron tirados en el pavimento no se había perdido mi nombre. Pepino había tenido que aprender a hablar de nuevo, a caminar, a vivir. “¿Cómo es que te acuerdas de mí?” le pregunté. “Por suerte quedaste dentro de la parte del cerebro que no perdí”, me dijo con gracia, aunque con torpes y confusas palabras. Nos despedimos, yo con la extraña sensación de haber estado con un sobreviviente, mientras él se alejaba por el andén, trastabillando sus dolencias… y sus pocos recuerdos.
ERRECÉ