lunes, marzo 27

Vida Pública y Vida Privada (o ¡puta la mala cueva!)

Me dicen que no porque mi blog tenga un nombre político, debo escribir solamente de aquello. Y precisamente el fin de semana me ocurrió algo –ojalá irrepetible- que narraré a continuación.
Estábamos mi pareja y yo a pocas horas de ver el recital del gran Manu Chao, para lo cual habíamos esperado un mes, desde que adquirimos las entradas. Luego de beber unas cervezas en un bar de mala muerte (que tanto nos gustan) acudimos a la cita con tres horas de anticipación. Paseamos por el Parque de los Reyes, aledaño a la Estación Mapocho, lugar donde se desarrollaría el espectáculo. Buscamos un lugar “piolita” para fumar un cigarrillo de marihuana y relajarnos. Nos sentamos a los pies de un árbol y encendimos la macoña, iniciando el ya clásico ritual de los fumatas.
De pronto, ella me dice “oye, esos que vienen ahí no serán pacos de civil”. No alcancé a reflexionar sobre aquello cuando estábamos rodeados por dos jóvenes de jeans y polera. “Buenas Tardes… Carabineros de Chile… Comisión Civil”, se presentaron formal y decididamente. Empalidecí instantáneamente, pensando en que me perdería el recital que tanto habíamos esperado y destruyendo lo que quedaba del pito. Una mierda de experiencia, en un país desmilitarizado hace poquito. Nos pusimos de pie automáticamente, apenas divisamos las placas que daban cuenta de que no se trataba de una broma.
“Sus carnés…”, “¿por qué estay tan pálido?”, “¿saben ustedes que podríamos llevarlos detenidos?”. Nosotros asentíamos con la cabeza, pero poco a poco fuimos entablando un diálogo. Me pidieron la billetera, revisaron el banano de mi pareja, no encontraron nada, porque afortunadamente no teníamos más que “ese” caño, ahora hecho mierda y repartido en el pasto.
Uno de los paquitos sacó de su bolsillo trasero del jeans un papel arrugado, doblado y un poco sucio en los contornos. Me pidió la dirección, anotó mi cédula, la de ella, inventé una dirección, ella entregó la real, mientras les decía “oye, si yo entiendo su pega, pero no andábamos en nada malo”. “No, nadie entiende nuestro trabajo”, replicó el más joven de los copas. Finalmente, nos rajamos… nos devolvieron los carnés, nos dijeron un par de huevadas más y nos dejaron ir. “Bueno, tuvimos mal suerte”, les dije... “y ustedes tuvieron buena suerte”, agregué. “¿Qué?”, me dijo el más joven –que a estas alturas era el que había llevado el procedimiento-, “Si quisiéramos tener mejor suerte, habríamos llamado al carro al tiro y estarían dando explicaciones en la Comisaría”.
En fin, mala experiencia. Seguimos bebiendo en otro bar más higienizado, pero igual de popular, repasamos el amargo suceso y, claro, ellos hacen su pega y así como no me gusta que invadan mi vida privada, tampoco debo invadir la vida pública de plazas y parques consumiendo sustancias prohibidas. Fuimos demasiado confiados y después de años fumando en cientos de plazas, calles y avenidas de decenas de ciudades y pueblos, somos sorprendidos por dos aburridos paquitos que reciben su sueldo bajo el deber de amedrentarnos. Pero que raja tuvimos y qué criterio tuvieron ellos. Disfrutamos el recital durante más de dos horas y media, adentro fumaban desde Manu Chao hasta el que manejaba el foco dirigible, embriagados en una volátil nube cannábica. A la salida, estaban ellos, los paquitos que nos habían efectuado el control de identidad, ahora rodeados por efectivos del GOPE, buscando a algún consumidor desprevenido, pero claro, ya no quedaba hierba, y después de saltar casi tres horas en ese recinto techado, con otras doce mil personas, sólo quedaba una masa humana, cubierta por esa exquisita nube de dispares cepas que se escapaba por las puertas de la estación. Nosotros agachamos la cabeza, pasamos por el lado de nuestros casi captores, y nos fundimos con la noche metropolitana, con la conciencia tranquila y con algo nuevo para este blog.
ERRECÉ

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Uno de los peores defectos de los volados es la excesiva confianza... Ese discurso del "no pasa ná" envalentona demasiado, y pone en riesgo muchas cosas... Todo lo que se quiera hacer, es mejor en privado. Esto, independiente de si está bien o no que el consumo de marihuana en lugares públicos sea ilegal. Pero esta es la ley y el país que tenemos, y mientras no se pueda cambiar ciertas cosas, hay que adaptarse, por nuestro bien.
Como anécdota, la raja.

Un abrazo.

Alejandro Tapia dijo...

Dicen que en el recital de La Pintana, el propio Manu movía. No sé si será cierto. Quizás los pacos de civil querían fumarse uno también. Quizás no eran pacos. Quizás. Me gustó la historia. Dicen que debajo de los puentes del Mapocho la cosa se legalizó. Habrá que ver.
NS