lunes, diciembre 4

MUERTE AL TIRANO

Apenas un puñado de viejas ociosas llegó hasta las puertas del Hospital Militar, cuando se supo que el moribundo tirano ahora sí paraba las patas en cualquier minuto. Se trata de las mismas señoras que no han tenido empacho en escupir a la prensa al fragor nazi de la velada o gritar improperios y lanzar golpes a quien ose enlodar la imagen “intachable” del bonachón general.
Se muere Augusto Pinochet, el tirano, la rata, el dictador, el asesino, el ladrón, el criminal más grande de la historia patria, el monstruo más despiadado de esta parte del planeta. Es una lástima que sea tan poco el dolor que siente en sus últimas semanas de vida.
Militares activos y en retiro se pasean por el recinto asistencial, importándoles un cuesco el reconocimiento institucional de las graves violaciones a los derechos humanos durante la dictadura. Llegaron –cómo no- Moreira y los ladroncitos chicos, hijos del dictador con la guatona obscena.
El Gobierno sufre la cercanía de la despedida, no por añoranzas de los años negros, sino por el profundo dilema de tener que rendirle honores a un ex Presidente de la República, ¿presidente? Pero quién eligió a ese viejo chuchesumadre, quién le dio autoridad, ¿las armas? Santiago sufrirá la ira del pueblo si el Gobierno siquiera intenta hacer de la muerte del tirano un hecho doliente y oficial. El pueblo saldrá a las calles a festejar que la sangre de la rata más gorda ha sido derramada; celebrando que el viejo más querellado del mundo deja el planeta en medio de los más profundos cuestionamientos morales.
Alguien decía que a partir de la muerte de Pinochet, el “pinochetismo” se expandiría por el país como un gran movimiento político. Pues es sumamente difícil, pues basta observar los rostros rebosantes de ignorancia agolpados en las puertas del recinto castrense de Vitacura para darse cuenta de la imposibilidad de aquello; porque no saben por qué están ahí esperando el derrumbe final, para hacer público el llanto sanguinolento de los viudos del régimen.
La derecha olvidó gracias a quién existen esos partidos fascistas en este país y decidió hacerse la huevona y no asistir a la despedida de su mentor. Y mientras el viejo espera su inevitable final, abandonado y con la conciencia convertida en basura, somos millones los que esperamos para destapar las champañas, festejar la muerte del golpista, aunque con la amargura de que Chile no fue capaz de hacer justicia.

La historia lo castigará eternamente… Amén.
ERRECÉ

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Wenaaa, Roro!!!!Acá en Brasil todos estamos siguiendo las noticias y esperamos que por fin este sr. haga parte de la historia solamente.
Si la cosa es como dicen, que todo lo que uno hace, lo tiene que pagar, ahora hay creer que la justicia sea por lo menos, divina. Ya que por acá, el viejo sigue intocable. Un beso grande desde Brasil.

Alejandro Tapia dijo...

Huele a caca. Huele a farsa. Huele a montaje. Huele a mierda.

Anónimo dijo...

Desde Catalunya se os felicita.

¡Viva Chile socialista!

Una abraçada!

Anónimo dijo...

Huele a negro!