Salí a comprar verduras y, cuando regresé, el malvado dictador había muerto. "La única solución que existe para el problema de los derechos humanos es el olvido" había dicho once años antes. Ahora, sus adherentes luchan por resguardar un buen recuerdo del tirano. Qué buen recuerdo puede tenerse del más malo de todos, del malvado que sepultó los sueños de toda una generación.
¿Qué puedo decir? Me pone feliz ver el sufrimiento pinochetista, caricaturizado en un puñado de viejas, encabezadas por la obstinada Luz Guajardo, joven fascista, amachotada y fervorosa aspirante al cetro de la más perra de todas. Me satisface ver el sufrimiento de esa casta de bandidos, aunque no se acerque ni un ápice al dolor de los 17 años de terror, horror, sangre y crímenes varios.
Me provoca placer observar el hondo llanto de la vieja obscena, acompañada de los pequeños ladrones que ahora sí quedaron forrados con dólares públicos que su padre, hoy más helado que Walt Disney, fue sacando de las arcas públicas, mientras mataba chilenos mediante sus organismos de ¿inteligencia?
¿Honores de Estado? Pero qué mal gusto haber pretendido siquiera que el general retirado fuese a recibir honores de ex Presidente de la República, siendo que nadie lo eligió y fue el gran oportunista del siglo XX, que tras rendir tributo al Presidente Allende, lo acorraló en La Moneda, buscando un lugar en la historia.
La Presidenta Bachelet no hizo más que lo que desea la inmensa mayoría de los chilenos, un último acto de justicia, negando cualquier intento de convertir en ídolo al ladrón, terrorista de estado, criminal número uno de la patria.
Pinochet, cuánto daño hiciste y cuántos delitos cometiste, cuánta maldad repartiste de norte a sur dirigiendo tus fuerzas contra el pueblo. Ahora, cruzando la sonrisa del Chile democrático, tu cuerpo comienza su proceso de pudrición, que será detenido con la incineración final, en la hoguera donde van a parar los tiranos. Qué bueno que moriste en mitad del Día Internacional de los Derechos Humanos, mostrando al mundo la ironía del destino. Aunque, para ser francos, tu figura se pudrió el mismo día en que destruiste los principios de libertad y tolerancia.
Ahora sí, la derecha se asoma a la ventana del cajón que sostiene los restos del nonagenario delincuente, con disimulo, pasando inadvertidos los militantes de los partidos creados al alero de la dictadura, van despidiendo uno a uno al traidor Pinochet. ¡Qué vergüenza! Pero en fin, la derecha sabe de traiciones y sus representantes no podían restarse del último homenaje al “namber guan” de los hipócritas.
Lamentablemente, tus cientos de crímenes quedaron impunes y las más de 400 querellas que acumulaste desde tu detención en Londres no fructificaron, pero la ciudadanía sabe que fuiste el más peligroso de todos y que luchaste por la división total y absoluta de Chile. La historia tiene la palabra… fuiste el cuarto de la Junta Militar en morir, el último, y también habías sido el último en subirte al carro de la victoria. Y como sabemos, el último cierra la puerta. Haz tu parte, y cierra la puerta de tu cajón, camino a la soledad absoluta, la de los cobardes traidores.
¿Qué puedo decir? Me pone feliz ver el sufrimiento pinochetista, caricaturizado en un puñado de viejas, encabezadas por la obstinada Luz Guajardo, joven fascista, amachotada y fervorosa aspirante al cetro de la más perra de todas. Me satisface ver el sufrimiento de esa casta de bandidos, aunque no se acerque ni un ápice al dolor de los 17 años de terror, horror, sangre y crímenes varios.
Me provoca placer observar el hondo llanto de la vieja obscena, acompañada de los pequeños ladrones que ahora sí quedaron forrados con dólares públicos que su padre, hoy más helado que Walt Disney, fue sacando de las arcas públicas, mientras mataba chilenos mediante sus organismos de ¿inteligencia?
¿Honores de Estado? Pero qué mal gusto haber pretendido siquiera que el general retirado fuese a recibir honores de ex Presidente de la República, siendo que nadie lo eligió y fue el gran oportunista del siglo XX, que tras rendir tributo al Presidente Allende, lo acorraló en La Moneda, buscando un lugar en la historia.
La Presidenta Bachelet no hizo más que lo que desea la inmensa mayoría de los chilenos, un último acto de justicia, negando cualquier intento de convertir en ídolo al ladrón, terrorista de estado, criminal número uno de la patria.
Pinochet, cuánto daño hiciste y cuántos delitos cometiste, cuánta maldad repartiste de norte a sur dirigiendo tus fuerzas contra el pueblo. Ahora, cruzando la sonrisa del Chile democrático, tu cuerpo comienza su proceso de pudrición, que será detenido con la incineración final, en la hoguera donde van a parar los tiranos. Qué bueno que moriste en mitad del Día Internacional de los Derechos Humanos, mostrando al mundo la ironía del destino. Aunque, para ser francos, tu figura se pudrió el mismo día en que destruiste los principios de libertad y tolerancia.
Ahora sí, la derecha se asoma a la ventana del cajón que sostiene los restos del nonagenario delincuente, con disimulo, pasando inadvertidos los militantes de los partidos creados al alero de la dictadura, van despidiendo uno a uno al traidor Pinochet. ¡Qué vergüenza! Pero en fin, la derecha sabe de traiciones y sus representantes no podían restarse del último homenaje al “namber guan” de los hipócritas.
Lamentablemente, tus cientos de crímenes quedaron impunes y las más de 400 querellas que acumulaste desde tu detención en Londres no fructificaron, pero la ciudadanía sabe que fuiste el más peligroso de todos y que luchaste por la división total y absoluta de Chile. La historia tiene la palabra… fuiste el cuarto de la Junta Militar en morir, el último, y también habías sido el último en subirte al carro de la victoria. Y como sabemos, el último cierra la puerta. Haz tu parte, y cierra la puerta de tu cajón, camino a la soledad absoluta, la de los cobardes traidores.
Ha muerto el tirano… Viva la democracia!!!
ERRECÉ