martes, junio 27

Chucha… nos cambiaron de país


¿Qué pueden tener de nazi los morenitos que últimamente han copado las portadas de los diarios con llamados de violencia y destrucción? ¿Qué pueden tener de arios esos morochitos chilenos que visten cueros y bototos y se tatúan svásticas y cruces de malta? ¿Qué ideología persiguen aquellos que salen a ‘barrer’ para terminar con los ‘cabezas negras’ en este Chile tan nórdico? Chucha… nos cambiaron de país, o sea, es inaudito que existan nazis en Chile. Pueden haber seguidores de la ideología nazi, pero nazis nazis no lo creo, porque hasta ahora ningún representante que haya salido en televisión instando a la violencia tuvo pinta de nacionalsocialista, más allá de los parches que lucen en la ropa. Si un verdadero nazi se los topara en la calle, la pateadura sería de exposición, por querer representar a la ‘raza pura’ con esa cara de mestizo, con ese rostro de mezcla quiltra de esta pintura latinoamericana… a mucha honra, debiera agregar, pero me arriesgo a un tiro en mi cabeza por parte de estos seres supremos, que con cueva saben articular frases… ¡Qué pena que este país les de cabida a estas oscuras facciones del pasado!
ERRECÉ

martes, junio 13

La puta y el cantante

Me gusta caminar y a veces exagero en la prolongación de mis rutas. Cuando estuve cesante, solía caminar hasta tres y cuatro horas, rumbo a ninguna parte, atravesando Santiago, pensando en nada y en todo a la vez. Anochecía y ponía fin a mi caminata, para regresar en micro o metro.
En uno de esos retornos, decidí devolver sobre mis pasos hasta donde me diera el cuerpo y me topé con una prostituta que me pidió fuego y me ofreció sus servicios. Sólo accedí a encenderle su pucho trasnochado y conversar unos pocos minutos con el hombre con tetas. Era simpático, hablaba bastante bien y fumaba como una dama. Ya era tarde y las micros comenzaban a desaparecer de las avenidas, por lo que me despedí de la patinadora y esperé locomoción.
Tuve suerte, porque pasó justo la micro que había esperado toda mi vida… ingresé a un mundo surrealista de amistad automática y fiesta sobre ruedas. Tras pagar mi pasaje, el sonido carraspeante de los Beatles invadió mi memoria. Al centro del pasillo, un cantante rasgaba su guitarra, encendiendo los ánimos de los cinco o seis grupos que viajaban a bordo. Como si se tratara de un espectáculo esperado por todos, empezamos a cantar SIN EXCEPCIÓN con el Mcartney criollo, batiendo palmas y acompañando los coros. El cantante se encendió mucho y accedió una tras otra a las peticiones de más temas. Al tercer single, increíblemente, comenzaron a salir botellas de pisco, cajas de vino, petacas de licor, y cada grupo brindó por separado. Fue algo muy extraño, pero me sentí como dentro de una fiesta, bebí de la petaca de mi ocasional compañero de butaca, y conversamos mientras Paul seguía cantando. Todos bebían y cantaban en esa micro única e irrepetible, que hizo olvidar mi amarga cesantía.
Y así me bajé del bus, con la sonrisa dibujada, pensando en lo fácil y automático que resulta sentirse feliz, aunque sea durante pálidos minutos, y olvidar, olvidar que somos seres individuales, egoístas y egocéntricos. La puta y el cantante fueron los protagonistas de esa noche mágica, en que ni siquiera tenía planeado beber. El cantante se bajó pocas cuadras antes que yo, tras haber brindado el recital más aplaudido de su callejero deambular musical… y el más regado. Debo reconocer que me impresionó que todos los grupos de pasajeros hayan llevado consigo algo para beber y que el espíritu generoso de la soledad haya hecho repartir el licor entre todos los que esa noche nos sumergimos en un minuto de fantasía palpable e inigualable.

PD: ahora tengo trabajo y camino mucho menos… ando mucho en micro, pero jamás volví a ver a ese “beatle”, y lo peor es que sólo me ha tocado oír pésimos representantes del folclor colectivo.

viernes, junio 9

¿TERRORISTA YO?

“El señor George Bush es el primer fascista
y cualquier extranjero es sospechoso terrorista”
Nash Scratch
Leo con espanto que los soldados estadounidenses han eliminado a Abu Musab al Zarqaui, el hombre más buscado de Irak, desde la cruenta invasión, que acabó con la premisa democrática de la autodeterminación de los pueblos. Se trataba de eliminar a un “peligroso terrorista” en nombre de la paz y el orden mundial que quiere imponer el Tío Caimán. Estoy en desacuerdo con las políticas que Hussein aplicó a su pueblo, pero no deja de ser absurdo que el gigante del norte busque terroristas en el resto del mundo, cuando tienen sentado al más peligroso de todos en la Casa Blanca, por estos días escenario de las reuniones entre Michelle Bachelet y el susodicho Bush.
Recuerdo con gran placer cuando Ricardo Lagos le hizo una gigante tapa a la invasión de los gringos, dejando en evidencia su carácter pacífico y dialogante.
Me causa indignación cuando los gringos se autodenominan el país más democrático del mundo, habiendo sido los únicos que lanzaron la bomba atómica, dejando una estela de muerte y radiación en la ahora próspera Hiroshima. Por eso no dejó de causarme gracia el derrumbe de sus putas torres gemelas, aunque de inmediato supe que vendría la guerra declarada contra un enemigo tan invisible como impalpable. “Terrorismo” lo llamaron, así sin apellido, y de esa forma se lanzaron a la lucha contra el mundo que no se ajuste a los cánones ultracapitalistas.
Por eso me espanta la celebración por la muerte de Zarqaui, por eso me espanta que los criminales que dirigen el mundo desde el hemisferio norte invadan cada rincón del planeta, destruyendo los sueños de cada ciudadano libre, que barran con el planeta. Por eso, Latinoamérica debe unirse para hacer frente a la guerra ideológica del capital extranjero que quiere penetrar los mercados a costa de sangre y terror.
ERRECÉ